El arte, ese llamado producto de una misteriosa campana, quizá se encuentra impreso en la naturaleza humana. Aún se debate largamente una definición puntual y completa sobre este “fenómeno”, pero en cambio cada día, cada era, corroboramos que es una pieza fundamental dentro de la existencia, tanto en términos históricos como sociales, culturales, cognitivos e incluso metafísicos. 
En las incontables reflexiones que se generan en torno al arte –un término que lamentablemente se ha vuelto algo chocante tras décadas de embalsamarlo con frívolas resinas–, parece que el entender sus orígenes podría abonar significativamente a este apasionante ejercicio. Y a propósito de esto, Steven Waller, uno de los antropólogos sonoros más destacados, recién propuso una hipótesis: que las ilusiones sonoras producidas al interior de las cuevas donde se registraron las primeras formas de arte, hace aproximadamente 40 mil años, podrían haber detonado estas manifestaciones pictóricas. 

Para explicarlo, Waller refiere al contexto vivamente mitológico en el cual vivían los seres humanos de entonces. Múltiples manifestaciones de la naturaleza eran atribuidas a entidades y fenómenos metafísicos. De algún modo todo era hipersagrado, o al menos todo aquello que carecía de una explicación era remitido automáticamente a un mundo sobrenatural.

Un escenario similar surgido de la convergencia entre mitología, sonido y arte pudo haberse materializado en Stonehenge, sitio que de acuerdo a un extenso estudio del propio Waller habría sido construido para imitar ilusiones acústicas conectadas con visiones místicas, en concreto con la actividad de divinidades envueltas en un rito musical. 

Para reforzar su teoría, el especialista en arqueoacústica asegura que los animales más comúnmente plasmados en los muros de las cavernas, por ejemplo hordas de bisontes u otros grandes mamíferos, generalmente estaban asociados con deidades del trueno, lo cual podría advertir que eran representaciones de aquellos dioses que se hacían presentes en esos sitios mediante extraños sonidos. 

Sea o no acertada la hipótesis de Waller lo cierto es que, a nivel general, parece que la combinación entre percepción sensorial y creencias mitológicas bien podría haber facilitado el nacimiento de la expresión artística. 

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